lunes, 5 de abril de 2010

... ¿o no?

¿O quizá continúa sin que nos demos cuenta?

http://www.youtube.com/watch?v=hNVJpIRt_JQ




Més lluny, heu d’anar més lluny
dels arbres caiguts que ara us empresonen,
i quan els haureu guanyat
tingueu ben present no aturar-vos.
Més lluny, sempre aneu més lluny,
més lluny de l’avui que ara us encadena.
I quan sereu deslliurats
torneu a començar els nous passos.
Més lluny, sempre molt més lluny,
més lluny del demà que ara ja s’acosta.
I quan creieu que arribeu, sapigueu trobar noves sendes.

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Más lejos, tenéis que ir más lejos
de los árboles caídos que os aprisionan.
Y cuando los hayáis ganado
tened bien presente no deteneros.
Más lejos, siempre id más lejos,
más lejos del presente que ahora os encadena.
Y cuando estaréis liberados
volved a empezar nuevos pasos.
Más lejos, siempre mucho más lejos,
más lejos, del mañana que ya se acerca.
Y cuando creáis que habéis llegado,
sabed encontrar nuevas sendas.

¡Feliz vuelta de vacaciones a todos!

Se acabó el viaje...

Pues poco más que contar. Ayer por la mañana paseé por Montevideo, hice algunas fotos






y me encontré con  el final de la vuelta ciclista a Uruguay, pero ya me comenzaba a poder la melancolía. La salida de Uruguay fue un poco complicada, tuve que pedir que recuperarán la mochila después de facturarla para guardar unos bomboncitos que había puesto en el equipaje de mano, pagar seiscientos veinte pesos de tasa de aeropuerto que me dejaron con solo tres pesos para comer... suerte que aún guardaba algo de salamí. Luego el vuelo (después de probar todos los transportes, el avión es sin duda el más incómodo) y la sensación de extraño al volver a casa. ¿Por qué la gente es tan ruda en el trato en España? En fin, supongo que es cuestión de tiempo la readaptación...

Para todos lo que habéis seguido el blog, gracias por compartir este viaje conmigo, os dejo el poema "Mundo" de Mario Benedetti, con sus tres maravillosas últimas estrofas:


No vayas a creer lo que te cuentan del mundo
en realidad el mundo es incontable
en todo caso es provincia de ti

no vayas a creer lo que te cuentan del mundo
aun los que te aman mienten sobre él
probablemente sin saber que mienten

en la vigilia te sentirás lejano
testigo de tu mundo desde el mundo
sin nubes de tu aliento en los cristales

la humareda del hombre se elevará en la noche
pero la expectativa te volverá humilde

en el mundo el abismo es un oficio
las preguntas en vano / una vieja costumbre
los desatinos / marca de abolengo

no vayas a creer lo que te cuentan del mundo
(ni siquiera esto que te estoy contando)
ya te dije que el mundo es incontable

sábado, 3 de abril de 2010

Colonia de Sacramento y Montevideo

Por la tarde tomo el buquebus de Buenos Aires a Colonia del Sacramento en Uruguay. Es Jueves Santo y muchos argentinos comienzan hoy sus vacaciones. El Buquebus cruza el Rio de la Plata y en una hora te deja en una ciudad muy bonita, pequeñita y muy turística que es Colonia del Sacramento. He estado intentando localizar un sitio para dormir pero todos los hostales están ocupados. Además el camping municipal que aparece recomendado en todas las guías fue cerrado por el ayuntamiento el año dos mil siete, así que me temo lo peor. En el buquebus oigo utilizar la palabra camping, así que interrumpo la conversación y pregunto.
Se trata de un músico desexiliado de Uruguay de sesenta años que le explica como es el pais a un sueco de veintitrés (Erik). Erik es un tipo divertidisimo que lleva tres meses en Buenos Aires y hace el viaje a Uruguay para renovar su visa de turista en Argentina. Se acaba de comprar la carpa y no sabe donde va a acampar, así que le propongo que vayamos juntos. Para sellar la amistad compartimos chocolate y galletitas, muestra indudable de unión. Al llegar a Colonia ya es de noche. Erik viaja con una bolsa de mano, otra bolsa de supermercado con la comida, la  tienda de campaña y ... un skateboard. Cuando se lo señalo contesta riendo y mirando al skate con cara de sorpresa "Oh, man! This is so unnecesary", me parto de risa con él. Nos aseguran que hay un camping a tres kilómetros, así que caminamos los dos con sendos interrogantes sobre nuestras cabezas, pero al final conseguimos llegar después de saltar dos vallas y cruzar un campo de fútbol. Al primero que vemos en el camping le preguntamos donde está la recepción. Se rie y nos dice que en la entrada, que como hemos entrado saltando la valla no la hemos visto. Pagamos con pesos argentinos porque no tenemos moneda uruguaya y nos vamos de vuelta al pueblo (ahora sí siguiendo el camino normal) a ver que se guisa. Los precios en Uruguay son en general más caros que en Argentina, así que no vamos a poder ir de bares. Compramos unas litronas y nos sentamos cerca del rio en un paseo donde casi toda la juventud del pueblo está haciendo un botellón. Comenzamos a hablar con dos chicos y una chica y al final cuando nos damos cuenta nos dan están dando las cuatro de la mañana. Volvemos al camping y dormimos.

Por la mañana paseo por la ciudad, una especie de parque temático infestado de turistas. Eso sí, todo en su sitio para hacerse fotos. Una especie de Tossa de Mar de Uruguay.


 Paso por una exposición donde me impresiona este cuadro


Me como unas empanadas en un parque con una cerveza y me paso una hora hablando con dos jubiladas que me aseguran que en tiempo de la dictadura militar se vivía mejor, que hace tres meses en las últimas elecciones han ganado los comunistas y que la gente ya se está arrepintiendo... Al volver al camping para recoger las cosas y tomar el bus a Montevideo veo este cartel de las últimas elecciones y pienso que quizá el lamentable estado en que ya se encuentra refleja en parte el sentir del pueblo uruguayo. El slogan me suena bastante familiar...


Por la noche llego a Montevideo. Recorro un poco acojonado los tres kilómetros que separan la terminal de bus del hostal y después de dejar las cosas como un "chorizo completo" en la Plaza Independencia escuchando Sabina. La gente disfruta de una calida noche de otoño en una ciudad prácticamente vacía en vacaciones. Los uruguayos nacen con un mate en la mano y un termo bajo el brazo. Raros son los que en algún momento de su vida lo abandonan. Camino un rato por la ciudad vieja y vuelvo al hostal para dormir. 
Al día siguiente recorro Montevideo, viendo el mar con unos colores un poco raros...  


y muestras de reciclaje


Por la tarde visito la tumba de Mario Benedetti. Impresionante muestra de humildad. Ni el nombre tiene grabado.


Me vuelvo al hostal, siestecita y entrada de blog.

jueves, 1 de abril de 2010

En Buenos Aires, y de como llegué hasta allí

Los trenes en Argentina son escasos. Y cuando existen, su velocidad es de vértigo. Tan solo hay un tren por semana que salga de Bariloche y lo hace el domingo a las cinco de la tarde. En honor a Anna Puig y a Maruja Torres decido tomarlo. Cuando intento sacar el billete, únicamente queda en clase turista. Van a ser dieciseis horas en un asiento que no se puede ni reclinar (para los que hayan hecho el trayecto, ligeramente peor asiento que el del borreguero que unía Barcelona con Sevilla y Cádiz).

El precio es de risa, unos 10€. El tren recorre quinientos ochenta kilómetros hasta Viedma (atraviesa Argentina de oeste a este, por la parte norte de la Patagonia. Osea que la velocidad media debe ser de... ¿cuarenta?.

Cuando el tren inicia la marcha me doy cuenta de que lo peor no va a ser el asiento. Comienza a entrar polvo por todos lados. Es un polvo finísimo que se mete por todas partes: en la ropa, sobre el pelo, en las manos, de forma que te tienes que ir sacudiendo periódicamente hasta que te acostumbras y aceptas que eres un ser humano cubierto de polvo por todas partes. En el camino a la estación he conocido a una parejita argentina lindisima de 18 y 19 años que además tienen sus asientos detrás del mío. Comenzamos a compartir galletitas y chocolates a medida que el tren avanza. Pronto una chica comienza a hacer mate y uno se da cuenta de que la clase "turista" es la clase en la que se tiene que tomar el billete. Todos comemos, bebemos y hablamos de forma que el viaje se hace llevadero para quién está obligado a hacerlo y toda una experiencia para quienes lo hacemos por voluntad propia. Un chico que conocí en el bus de Esquel a El Bolsón (hippy total) me dice si quiero compartir una cerveza con él y con su amigo en el vagón restaurante. Tomamos y hablamos de política argentina y española. Nos echan para darle de cenar a los que viajan en clase pullman. El tren va parando en pueblos chiquitos y ciudades medianas de la Patagonia central. A su paso, como en una especie de "Bienvenido Mr. Tren" la gente saluda contenta a su paso y a mí se me hace la idea de que les gustaría que pasaran más trenes, que el tren les representa lo público, lo de todos y el bus lo privado, lo propietario y que esta gente que trabaja en el campo sabe lo que quiere. Serán cosas mías.

Dormimos como podemos y al día siguiente nuestras caras son unos poemas entre el polvo y el cansancio. Cuando llego a la estación de Viedma me lavo la cara y los churretes son antológicos (por no hablar de los moquitos negros). Saco el billete en bus a Buenos Aires y me doy un largo paseo por la ciudad.

Indicado por los locales como en una parrilla argentina donde cocina un chino. "Ve donde los chinos" me dicen y yo soy muy obediente y voy. Vuelvo a la estación de autobús y me quedo dormido sobre los asientos (la siesta era irrenunciable). Poco después tomo el bus a Buenos Aires. Los asientos son muy cómodos así que duermo hasta las siete de la mañana. Me despierto en el peaje de la autopista de entrada a esta enorme ciudad que es Buenos Aires. Veo lo feo que es todo y pienso que quiero que me devuelvan a la Patagonia.

Dejo mis cosas en el hostal y me voy a ver la ciudad. Me pego todo el día paseando. Obelisco, Centro, Plaza de Mayo, el barrio de la Boca (bombonera incluida),

 Puerto Madero,

San Telmo, veo casi todo lo turístico al sur del centro. La impresión de la ciudad es que es tremendamente activa (se me hace muy similar a Nueva York) y bastante poco cuidada. Acostumbrado a ver naturaleza en Patagonia, puedo observar que también en Buenos Aires hay todo un ecosistema. A las siete en el centro, las empresas sacan la basura en bolsas que inmediatamente son abiertas por una multitud (si no vi doscientos no ví ninguno) de cartoneros que destrozan la bolsa y sacan de ella los papeles. Me impresiona enormemente. Hay desde niños de seis o siete años hasta señores de cincuenta y por el aspecto uno no diría que se dedican a eso. Argentina me muestra su cara más tercermundista.

Al día siguiente camino por 9 de Julio hacia el norte y paseo por los barrios de los ricos (Recoleta). Jardines bien mantenidos, carriles bici, rutas de jogging, heladerías low-fat, mujeres con tetas de mentira, chicos que trabajan paseando perros, centros comerciales con imaginarium, Nike..., gente bien vestida que desayuna a las once leyendo el periódico... en fin.

Voy al museo de arte moderno latinoaméricano donde hay una excelente exposición de cuadros de la vanguardia cubana. La colección estable del museo no me llama tanto la atención. Paseo por el jardín japonés (una tanga, los jardines que están a su alrededor son igual de bonitos y son gratis) pero allí me tomo una Quilmes con unas almendritas y termino de leer El Aleph de Borges (era obligado terminar de leerlo en Buenos Aires). Me dirigo hacia Palermo Viejo para comer y ver el Barça. Me siento en el bar con la pantalla más gigante que veo y me equipo adecuadamente con una pizza y una cerveza de litro para ver el partido. Se me sientan al lado dos fans del Arsenal y uno me dice: "Te conozco. Tu estás en el mismo hostal que yo". Vemos el partido juntos y por la noche salimos a tomar unas copas en plan tranqui con sus compañeros de la academia de español.
 

sábado, 27 de marzo de 2010

Resumen de los últimos días

Entre unas cosas y otras ha sido difícil tener acceso a internet los últimos días.

Abandonando la carretera austral

Mi última entrada es sobre Puyuhuapi, un bonito pueblo de pescadores chileno en un fiordo.



Allí pude ver y comentar con un pescador como se calafatea un barco

Aproveché para lavar la ropa y justo después de comer agarré el bus a Santa Lucía, con la esperanza de poder conectar con otro bus que me llevase a Puyuhuapi. Santa Lucía es un pueblo muy pequeñito (unos 300 habitantes) al que la mayoría de los habitantes llegaron después de que hace dos años el volcán Chaitén entrara en erupción y obligase a las autoridades a evacuar a su población. Después de llegar me entero de que el siguiente bus a Futaleufú tardará varios días en pasar así que me pongo a hacer dedo. Se hace de noche y no me para nadie. Busco un alojamiento (en casa de una familia muy amable desplazada desde Chaitén) y paso la noche allí. Como todas las familias en la carretera austral, en esta casa la vida gira alrededor de la cocina de leña. Ésta se sitúa en el centro del salón-cocina y tiene perpetuamente encima dos "teteras", una de cinco litros y otra de un litro, llenas de agua caliente que es muy útil para muchas cosas. La familia gira alrededor: la mujer cocina, el hombre toma mate...
Al día siguiente por la mañana me pongo a hacer dedo en cuanto me levanto junto con un yanki que quiere transportar un kayak a Futaleufú haciendo dedo y varios israelíes. A eso de la una alguien me recoje y me lleva hasta Puerto Ramírez, con menos población aún que Santa Lucía. De allí enseguida otro coche me lleva a Futaleufú. El tiempo está feo y la gente de la ciudad no es amable conmigo, así que decido intentar cruzar en este mismo día a Esquel, en Argentina. Después de varias horas, cuando falta poco para que alochezca un holandés en un coche de alquiler me toma y dice que solo va hasta la frontera. De allí a Esquel tendré que buscarme la vida. Nada más bajo en la frontera le pido al hombre que recibe el coche de alquiler si me puede acercar a Esquel. Acepta, así que genial. En Esquel alucino al estar de vuelta a la civilización después de una semana de carretera austral. Se me abren los ojos ante las vitrinas iluminadas y los supermercados llenos de todo tipo de producto. No lo puedo evitar, me alegro de volver a Argentina. Busco hostal y después me zampo un bife de chorizo con un buen vinito para cenar.

Parque del Alerce Andino

Los alerces andinos (no confundir con los europeos) son árboles milenarios y se encuentran entre los seres vivos más antiguos de la creación. Para visitar el parque de alerces hay que tomar un catamarán que atraviesa un lago precioso

y después caminar durante dos o tres kilómetros. Visito el parque y alucino con los alerces, 
pero también con los arrayanes, que me enamoran. 
 
Camino a Bariloche  

Muy temprano por la mañana salgo camino a El Bolsón. Cuando llego allí está lloviendo, así que me decido tomar el siguiente bus a San Carlos de Bariloche, para ver si allí hace mejor tiempo. Nada más me bajo en Bariloche comienza a diluviar. Mi mochila y yo nos empapamos y me detengo en un patinaje sobre hielo para secarme y tomar un café hasta que amaine. Sale el sol, busco hostal y duermo.

Tres días caminando por el parque municipal Llao-Llao

Dejo parte de mi equipaje en el hostal y tomo el bus 10 hacia la base del sendero que lleva a el refugio López, en el parque municipal Llao-Llao. Pienso hacer una ruta de tres días por el parque. La subida al refugio es corta (unas 2 horas de tiempo real, 4 según el mapa del centro excursionista) aunque muy dura. La parte final empieza a llover agua nieve. El refugio está a unos 1600 msnm. La vista nos desvela una bahí que parece haber sido diseñada más que producida por la naturaleza, la bahía de Bariloche y la península de Llao -Llao. 

Después de hablar con el refugiero para dormir allí desisto de subir a la cima del cerro. Está nublado, dice que es peligroso y que no veré nada. Poco después llega al refugio una pareja de suizos con la que trabo amistad y acabamos pasando la noche jugando al Uno. 
El día siguiente por la mañana, debido al mal tiempo es imposible cruzar al refugio Italia (en la Laguna Negra) por el sendero que transita por las cumbres, así que bajo con los suizos de nuevo a la carretera, camino unos kilómetros por ella y tomo el sendero que sube a la Laguna Negra. Son 14 kilómetros que terminan en "el caracol", una subida en la que en algunos casos tengo que utilizar las manos. Llueve abundantemente y hace un viento atroz, que hace que las gotas se sientan como disparos cuando te dan. Justo antes del refugio hay un paso de viento que prácticamente me tira al suelo. 
 Finalmente llego, me caliento y me cambio de ropa y me ceno una pizza. Estoy reventado. 
Al día siguiente bajo los 14 kilómetros para terminar mi recorrido. Me tomo una cerveza en una fábrica artesanal en la "Colonia Suiza" y espero el autobús. El bus llega, pero a otra parada, así que no lo tomo... grrrrr. Echo a caminar para intentar volver haciendo dedo y alguien en una bicicleta me grita: "No puede ser que seas tú". Es Clementina, con la que coincidí en Torres del Paine y en el Chaltén. Me acompaña un rato y decidimos que alquilaremos juntamente un coche para hacer la ruta de los siete lagos. Al llegar a Bariloche buscamos coche de alquiler y después cenamos de lujo en un italiano.

La ruta de los siete lagos

Alquilamos el coche a las 11 de la mañana y salimos camino Villa La Angostura (unos 80km), donde se encuentra el único bosque de arrayanes del mundo (o eso dicen los argentinos). Al llegar allí alquilamos unas bicis para hacer el sendero de 12 km dentro del parque natural que lleva al bosque de arrayanes. Paramos a comer unas empanadas en una praderita a orillas de un lago.

Continuamos y contemplamos los arrayanes, que tienen algo de mágico. Lamentablemente coincidimos con la llegada de un barco de turistas de forma que no podemos disfrutar del silencio del bosque sino más bien del "Ponte ahí que te hago una foto". Yo también hago fotos, por eso...
Volvemos a hacer los 12 km en bici que nos separan de Villa La Angostura y retormamos el camino en coche que recorre unos escenarios preciosos.

Cuando oscurece paramos en un camping libre (en el que solo hay pescadores) y plantamos las tiendas a la orilla de un lago Espejo. Preparamos un arrocito para cenar. La visión del lago a la luz de la luna y con el techo de estrellas no se puede fotografiar.
Por la mañana seguimos la ruta, sin palabras


pasamos por San Martín de los Andes, que es un pueblo precioso (como no) a orillas de un lago. Nos comemos una pìzza espectacular y seguimos hacia Junín (un pueblo más de trabajadores) donde el escenario cambia para convertirse en estepa patagónica, más seca. De ahí entramos al parque nacional Lanín. Casi de noche acampamos en el último camping del parque (obviamente, a orillas de un lago) y con la vista del volcán Lanín.
Por la mañana hacemos en 6 horas (ida y vuelta) el sendero hasta la base del volcán Lanín.


 Nos zampamos unos bocatas de queso, huevo y tomate (lo que queda) y comenzamos a conducir de vuelta
a Bariloche. Tenemos que estar allí mañana a las 11 de la mañana. Al llegar a San Martín decidimos tomar la carretera que lleva por el paso de Córdoba. Es una carretera de montaña un poco más corta pero con peor ripio y más sinuosa. Acampamos en el lago Filo. Al día siguiente salimos a las 8:00, contemplamos la vista desde el paso

y llegamos a tiempo a Bariloche. Visitamos el museo, comemos y yo me pongo a ver el Barça (que ha ganado al Mallorca) mientras escribo esta entrada.
 
 

 
 
 

martes, 16 de marzo de 2010

Coyhaique - Parque Nacional Queulen - Puyuhuapi

A las ocho me levanto y veo como despierta la ciudad de Coyhaique.
A las nueve ya se ha normalizado la actividad. A las diez estoy en la estación de autobuses, esperando la salida del bus a Puyuhuapi. Me comenta un alemán que a él le vendieron ayer un billete pero como no había suficiente gente, el bus no salió. Rezo para que hoy seamos bastantes. Finalmente a las once menos cuarto somos bastantes y el bus sale. El segundo conductor es muy amable y va haciendo labores de guía, explicándonos que la carretera se construyó en tiempos de Pinochet, y que antes había unicamente un camino que se podía hacer a caballo vadeando varios rios, de forma que sesenta kilómetros podían llevarte una semana. Él está en la zona desde quince años antes de la carretera. Vamos parando para hacer alguna fotos en lugares espectaculares, ante la paciencia de los pasajeros chilenos.

El bus me deja a las cuatro en la puerta del Parque Nacional Queulat. Camino hacia el Ventisquero Colgante. Parece Gulliver en el pais de los gigantes (ventisquero=glaciar). El bosque es muy verde. Lleno de helechos y de musgos y líquenes. Algunas especies son exageradamente grandes.

La vista del ventisquero al final del sendero es alucinante.
Después de ver los sitios de acampada dentro del parque, decido que quiero llegar a Puyuhuapi a pasar la noche. En parte porque quiero dormir en cama, en parte porque quiero dar señales de vida, que hace una semana que no puedo comunicarme con nadie y pienso que estarán preocupados. Según el guardaparques ya ha pasado el último autobús, así que toca hacer dedo. Puyuhuapi está a unos dieciocho kilómetros. Espero durante una hora mientras atardece. Pasan varios coches pero no se detienen. Finalmente pasa un bus y lo paro. Me lleva a Puyhuapi, un pueblo muy bonito, pescador a la orilla de un fiordo. Busco alojamiento (de nuevo en una casa particular habilitada para visitantes) y ceno unas lentejas con arroz y una ensaladita de frutas. Doy un paseito y duermo como un bendito.

lunes, 15 de marzo de 2010

Parque Nacional Cerro Castillo - Coyhaique

Me despierto temprano y me encamino hacia el Parque Natural Cerro Castillo. Hay dos trekkings, uno de 3 días y otro de cuatro... lamentablemente no dispongo de tanto tiempo. También se puede subir a caballo en un día, pero debía haberlo contratado ayer. Decido hacer el camino hasta donde pueda y volver. La guía dice que cuidadín con el camino que está mal señalizado y es fácil perderse. Como yo me he leido el manual de los jovenes castores, creo que no tendré problema, así que me voy solito en busca del cerro.
El camino comienza siguiendo un rio por una llanura. Las vistas del cerro son muy bonitas.
Poco a poco el camino se va empinando, hasta que se convierte en una subida muy importante. Se ven otros cerros que estaba ocultos a medida que subo la ladera de un valle más verde que los que había visto hasta ahora.
Se nota que hacia el norte aumenta la humedad. La disposición del bosque es diferente. Subo durante unas tres horas hasta que ... me pierdo, por sobra de autoconfianza. Sigo subiendo y cuando hace media hora que perdí el camino decido volver para atrás. No me he cruzado con nadie en todas las horas que llevo andando. Empiezo a bajar por sitios complicadillos... las piedras se mueven, tengo que atravesar algún zarzal y algún río... me empiezo a acojonar porque cada vez está más empinado, acabo bajando con pies y manos. A la hora y media de ir campo a través recupero el camino. Bajando se ven unas excelentes vistas de valle.

Al poco me encuentro con una pareja de chilenos que viene de hacer el trekking de los cuatro días. Bajamos un rato juntos. Luego les adelanto. Cuando llego al pueblo estoy muy cansado, han sido unos veinticinco kilómetros con una subida importante. Recojo la mochila de la casa donde dormí, como algo y me pongo a hacer dedo. El sol cae a plomo (son como las cinco de la tarde). Empieza a aparecer muchísima gente para hacer dedo (como unos veinte). Me uno a los chilenos, que como tienen una chica, tienen más posibilidades. Un grupo de once israelíes sacan a las dos tías más buenas que tienen. La competencia está servida. Es la guerra del autostop. Algunos israelíes se suben en una camioneta hacia el siguiente pueblo. La chilena (que es bastante guapa) contrataca conquistando a una familia que va en pickup. Ella puede ir dentro, mientras que su novio y yo iremos en la parte de atrás. La experiencia de hacer cien kilómetros de la carretera austral en la parte trasera de una ranchera con el viento dándote en la cara con toda su fuerza y tu intentando agarrarte para no caerte en las curvas mientras hablas a gritos con un médico chileno es inenarrable. Las vistas son increibles. La entrada a Coyhaique es espectacular. Lástima que la cámara quedó dentro de la mochila y es imposible sacar fotos. A las nueve de la noche llegamos a Coyahique, la capital de la carretera austral.

Una ciudad que huele a leña quemada, pero que no está mal. Especialmente por su enclave entre montañas. Busco alojamiento, saco un billete de autobús para ir mañana a Puyuhuapi, doy un paseo y ceno en el restaurante de Los Bomberos, donde tienen un arte inigualable friendo patatas. Los platos que veo servir siempre vienen debajo de una montaña de patatas fritas. Me encanta la comida saludable. Doy otro paseito, y a dormir.