Entre unas cosas y otras ha sido difícil tener acceso a internet los últimos días.
Abandonando la carretera austral
Mi última entrada es sobre Puyuhuapi, un bonito pueblo de pescadores chileno en un fiordo.
Allí pude ver y comentar con un pescador como se calafatea un barco
Aproveché para lavar la ropa y justo después de comer agarré el bus a
Santa Lucía, con la esperanza de poder conectar con otro bus que me llevase a Puyuhuapi. Santa Lucía es un pueblo muy pequeñito (unos 300 habitantes) al que la mayoría de los habitantes llegaron después de que hace dos años el volcán Chaitén entrara en erupción y obligase a las autoridades a evacuar a su población. Después de llegar me entero de que el siguiente bus a Futaleufú tardará varios días en pasar así que me pongo a hacer dedo. Se hace de noche y no me para nadie. Busco un alojamiento (en casa de una familia muy amable desplazada desde Chaitén) y paso la noche allí. Como todas las familias en la carretera austral, en esta casa la vida gira alrededor de la cocina de leña. Ésta se sitúa en el centro del salón-cocina y tiene perpetuamente encima dos "teteras", una de cinco litros y otra de un litro, llenas de agua caliente que es muy útil para muchas cosas. La familia gira alrededor: la mujer cocina, el hombre toma mate...
Al día siguiente por la mañana me pongo a hacer dedo en cuanto me levanto junto con un yanki que quiere transportar un kayak a Futaleufú haciendo dedo y varios israelíes. A eso de la una alguien me recoje y me lleva hasta Puerto Ramírez, con menos población aún que Santa Lucía. De allí enseguida otro coche me lleva a Futaleufú. El tiempo está feo y la gente de la ciudad no es amable conmigo, así que decido intentar cruzar en este mismo día a Esquel, en Argentina. Después de varias horas, cuando falta poco para que alochezca un holandés en un coche de alquiler me toma y dice que solo va hasta la frontera. De allí a Esquel tendré que buscarme la vida. Nada más bajo en la frontera le pido al hombre que recibe el coche de alquiler si me puede acercar a Esquel. Acepta, así que genial. En Esquel alucino al estar de vuelta a la civilización después de una semana de carretera austral. Se me abren los ojos ante las vitrinas iluminadas y los supermercados llenos de todo tipo de producto. No lo puedo evitar, me alegro de volver a Argentina. Busco hostal y después me zampo un bife de chorizo con un buen vinito para cenar.
Parque del Alerce Andino
Los alerces andinos (no confundir con los europeos) son árboles milenarios y se encuentran entre los seres vivos más antiguos de la creación. Para visitar el parque de alerces hay que tomar un catamarán que atraviesa un lago precioso
y después caminar durante dos o tres kilómetros. Visito el parque y alucino con los alerces,
pero también con los arrayanes, que me enamoran.
Camino a Bariloche
Muy temprano por la mañana salgo camino a El Bolsón. Cuando llego allí está lloviendo, así que me decido tomar el siguiente bus a San Carlos de Bariloche, para ver si allí hace mejor tiempo. Nada más me bajo en Bariloche comienza a diluviar. Mi mochila y yo nos empapamos y me detengo en un patinaje sobre hielo para secarme y tomar un café hasta que amaine. Sale el sol, busco hostal y duermo.
Tres días caminando por el parque municipal Llao-Llao
Dejo parte de mi equipaje en el hostal y tomo el bus 10 hacia la base del sendero que lleva a el refugio López, en el parque municipal Llao-Llao. Pienso hacer una ruta de tres días por el parque. La subida al refugio es corta (unas 2 horas de tiempo real, 4 según el mapa del centro excursionista) aunque muy dura. La parte final empieza a llover agua nieve. El refugio está a unos 1600 msnm. La vista nos desvela una bahí que parece haber sido diseñada más que producida por la naturaleza, la bahía de Bariloche y la península de Llao -Llao.
Después de hablar con el refugiero para dormir allí desisto de subir a la cima del cerro. Está nublado, dice que es peligroso y que no veré nada. Poco después llega al refugio una pareja de suizos con la que trabo amistad y acabamos pasando la noche jugando al Uno.
El día siguiente por la mañana, debido al mal tiempo es imposible cruzar al refugio Italia (en la Laguna Negra) por el sendero que transita por las cumbres, así que bajo con los suizos de nuevo a la carretera, camino unos kilómetros por ella y tomo el sendero que sube a la Laguna Negra. Son 14 kilómetros que terminan en "el caracol", una subida en la que en algunos casos tengo que utilizar las manos. Llueve abundantemente y hace un viento atroz, que hace que las gotas se sientan como disparos cuando te dan. Justo antes del refugio hay un paso de viento que prácticamente me tira al suelo.
Finalmente llego, me caliento y me cambio de ropa y me ceno una pizza. Estoy reventado.
Al día siguiente bajo los 14 kilómetros para terminar mi recorrido. Me tomo una cerveza en una fábrica artesanal en la "Colonia Suiza" y espero el autobús. El bus llega, pero a otra parada, así que no lo tomo... grrrrr. Echo a caminar para intentar volver haciendo dedo y alguien en una bicicleta me grita: "No puede ser que seas tú". Es Clementina, con la que coincidí en Torres del Paine y en el Chaltén. Me acompaña un rato y decidimos que alquilaremos juntamente un coche para hacer la ruta de los siete lagos. Al llegar a Bariloche buscamos coche de alquiler y después cenamos de lujo en un italiano.
La ruta de los siete lagos
Alquilamos el coche a las 11 de la mañana y salimos camino Villa La Angostura (unos 80km), donde se encuentra el único bosque de arrayanes del mundo (o eso dicen los argentinos). Al llegar allí alquilamos unas bicis para hacer el sendero de 12 km dentro del parque natural que lleva al bosque de arrayanes. Paramos a comer unas empanadas en una praderita a orillas de un lago.
Continuamos y contemplamos los arrayanes, que tienen algo de mágico. Lamentablemente coincidimos con la llegada de un barco de turistas de forma que no podemos disfrutar del silencio del bosque sino más bien del "Ponte ahí que te hago una foto". Yo también hago fotos, por eso...
Volvemos a hacer los 12 km en bici que nos separan de Villa La Angostura y retormamos el camino en coche que recorre unos escenarios preciosos.
Cuando oscurece paramos en un camping libre (en el que solo hay pescadores) y plantamos las tiendas a la orilla de un lago Espejo. Preparamos un arrocito para cenar. La visión del lago a la luz de la luna y con el techo de estrellas no se puede fotografiar.
Por la mañana seguimos la ruta, sin palabras
pasamos por San Martín de los Andes, que es un pueblo precioso (como no) a orillas de un lago. Nos comemos una pìzza espectacular y seguimos hacia Junín (un pueblo más de trabajadores) donde el escenario cambia para convertirse en estepa patagónica, más seca. De ahí entramos al parque nacional Lanín. Casi de noche acampamos en el último camping del parque (obviamente, a orillas de un lago) y con la vista del volcán Lanín.
Por la mañana hacemos en 6 horas (ida y vuelta) el sendero hasta la base del volcán Lanín.
Nos zampamos unos bocatas de queso, huevo y tomate (lo que queda) y comenzamos a conducir de vuelta
a Bariloche. Tenemos que estar allí mañana a las 11 de la mañana. Al llegar a San Martín decidimos tomar la carretera que lleva por el paso de Córdoba. Es una carretera de montaña un poco más corta pero con peor ripio y más sinuosa. Acampamos en el lago Filo. Al día siguiente salimos a las 8:00, contemplamos la vista desde el paso
y llegamos a tiempo a Bariloche. Visitamos el museo, comemos y yo me pongo a ver el Barça (que ha ganado al Mallorca) mientras escribo esta entrada.